Eran dos espíritus jóvenes y cargados de energía, el curso iba pasando y sucedían gestos entre ellos que jamás olvidarían.
Muchos se producían en las clases de educación física y es que todos los que hemos pasado por la ESO sabemos que esas horas dan para mucho, roces, miradas, contacto con los otros...y entre ella y Adrián no iba a ser menos.
Recuerdo como Camino me contaba con cariño las siguientes situaciones que se habían dado entre ellos, me decía que un día cuando estaban haciendo resistencia y había una temperatura no muy agradable que digamos, él que evidentemente corría más la doblo y la dio sus guantes un ¡oh! fue lo único que me salió ante eso. Otro día estaban jugando al fútbol y los dos estaban en el mismo equipo así que ella se convirtió ese día en la delantera más patosa de todo el colegio, pero a él no le importaba siempre la pasaba el balón para que tirara a portería, no marcó muchos goles pero fue una hora llena de risas y sonrisas complices.
Sin duda la anécdota que más gracia me ha hecho de todas las que me ha contado fue que un día mientras las chicas se estaban cambiando en el vestuario, los chicos que estaban en el vestuario de enfrente tiraron algo a la puerta, típicas monerías de adolescentes, entonces salió muy enfadada dispuesta a echar mano al culpable cuando salió le vio a él y su playera en el suelo, le miro y sin dudarlo cogió su playera del suelo y la tiro al fondo del pasillo volviéndose a meter en el vestuario. Cuando subieron a clase Adrián no la hablaba y claro ella no quería que eso pasara así que le escribió miles de notitas pidiendo perdón y diciéndole que iba a ser buena, evidentemente todo era un juego entre los dos, un juego que acabaría por convertirse en un juego muy peligroso...
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